Dodgeball, el juego que se hizo deporte!
El campo de la educación física está atravesado por una clásica discusión en torno a sus posibles objetivos: ¿debe enfocarse en la salud física, el rendimiento y la mejora de la motricidad o, en cambio, debe encarar la inclusión y la participación para fortalecer los lazos de sociabilidad? La misma pregunta podría establecerse para pensar el deporte: ¿cumple alguna función social más allá de su aspecto lúdico y de brindar entrenamiento y mejorar la salud de quienes lo practican? La reciente e intensa experiencia del Dodgeball en la Argentina puede hacernos responder que sí.
El Dodgeball es un nuevo deporte que nace de un típico juego de la infancia: “el quemado”. Quizás por eso resulte de fácil acceso para todo aquél que quiera iniciarse en él. Es un deporte inclusivo desde un primer momento porque no requiere ningún “don” o habilidad innata y no se establecen filtros de selección en ese sentido. Por otro lado, sus reglas incentivan el fairplay y la honestidad entre los rivales, ya que las faltas deben confesarse. Así, el Dodgeball es un deporte basado en la confianza y el respeto.
En apenas cuatro años, se ha avanzado desde una idea entusiasta de un grupo de personas que creían en el potencial de este deporte alternativo a conformar una selección argentina y disputar el mundial 2018 en Los Ángeles. En esa breve historia, la liga argentina de Dodgeball ha logrado insertarse mundialmente dentro de las 10 mejores del mundo, formando parte de la Federación Mundial de Dodgeball (WDBF, por sus siglas en inglés), de la Confederación Argentina de Deportes (CAD) y de la Confederación Argentina de Deportes Alternativos (CADALT).
Este nuevo deporte brinda posibilidades reales a la comunidad para desarrollarse profesionalmente en el mundo deportivo. Muchos jóvenes de sectores sociales con diversos derechos vulnerados ya han encontrado en el Dodgeball otra realidad de vida y la posibilidad de cumplir un sueño, como la de jugar un mundial.
El Dodgeball puede enseñarnos muchas cosas. Como otros deportes, nos enseña el valor del trabajo en equipo y del esfuerzo colectivo. Pero debido a sus particularidades, también nos enseña sobre el valor de la inclusión, la honestidad y la competencia colaborativa y respetuosa. Por otro lado, esta experiencia deportiva demuestra que el esfuerzo personal es sumamente importante pero, a su vez, que es igual de importante contar con oportunidades para que ese esfuerzo encuentre su cauce. Por eso resulta esencial la existencia de personas que trabajan construyendo oportunidades para que alguien tenga la posibilidad de esforzarse y cumplir un sueño.
En tiempos de un individualismo cada vez más global y de la consagración de la autosuficiencia como una forma dominantemente válida de superación, se torna necesario incentivar los lazos de la sociabilidad y la solidaridad. El Dodgeball ha demostrado ser una potente herramienta en ese sentido, porque muchas veces no alcanza con el esfuerzo individual y porque necesitamos de más gente que trabaje construyendo oportunidades.